Las emociones afectan a nuestra vida diaria e influyen en nuestras decisiones. La educación emocional es un aspecto importante para la prevención y el desarrollo, con el objetivo de capacitar a la persona a afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana.

Entre las competencias emocionales están las que determinan el modo en el que nos relacionamos con nosotros mismos (autorregulación o conciencia de uno mismo, automotivación, tolerancia a la frustración, control de la impulsividad, manejo del estrés, etc.) y las que determinan el modo en el que nos relacionamos con los demás (habilidades sociales, empatía, asertividad, comunicación interpersonal). En definitiva tenemos que aprender a manejar nuestras emociones, a utilizar la Inteligencia Emocional.

Estas son algunas de las emociones positivas y negativas más comunes que tenemos que aprender a gestionar:

Alegría, tristeza, miedo, sorpresa, enfado, ira, felicidad, frustración, disgusto, rabia, amor, angustia, ansiedad, confianza en uno mismo, culpa, celos, desconfianza, envidia, entusiasmo, hastío, hostilidad, impaciencia, indiferencia, insatisfacción, inseguridad, irritación, miedo, negativismo, odio, optimismo, paciencia, pesimismo, rencor, resentimiento, estrés, soberbia, timidez, vergüenza, etc.